Disminución del riesgo de enfermedad cardiovascular y compuestos fenólicos

¿Sabes que alimentos como la manzana, la uva, el brócoli o el tomate pueden proteger tu corazón frente a las enfermedades cardiovasculares? En este artículo os vamos a explicar qué son los antioxidantes, dónde podemos encontrarlos y las últimas conclusiones publicadas que los relacionan como protectores de las enfermedades cardiovasculares.

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en España, originando casi el 40% de todas las defunciones. La enfermedad isquémica del corazón y la enfermedad cerebrovascular representan cerca del 60% de mortalidad cardiovascular total; y la tercera es la insuficiencia cardíaca, que ocasiona el 15%. Su impacto demográfico, sanitario y social está aumentando, y lo seguirá haciendo en las próximas décadas debido fundamentalmente al envejecimiento de la población. Dentro de los principales factores de riesgo asociados, destacan el tabaquismo, la hipertensión arterial, las dislipemias (alto contenido de colesterol y triglicéridos en sangre), y en especial, los niveles plasmáticos elevados de colesterol transportado en las lipoproteínas de baja densidad (LDL). A estos factores hay que añadir aquellos otros factores de riesgo predisponentes, como la obesidad y el sedentarismo, que ejercen su acción a través de factores de riesgo intermedio, causales o condicionales.

Los beneficios de las estatinas en la prevención primaria y secundaria de la enfermedad cardiovascular están demostrados, aunque no son 100% efectivas. Por tanto, la dieta desarrolla, junto a otras modificaciones en el estilo de vida, un importante papel en la prevención de las enfermedades cardiovasculares. Las frutas y los vegetales, el consumo moderado de vino tinto, y algunos zumos como el de tomate, han mostrado ejercer un posible efecto protector contra enfermedades cardiovasculares, debido a su alto contenido en antioxidantes naturales como son los compuestos fenólicos.

Básicamente, los antioxidantes son compuestos sintetizados por las plantas en sus diferentes partes (frutos, hojas, ramas, raíces…). Su presencia en los alimentos es fundamental no solo porque activan las propiedades organolépticas naturales, preservándolos, sino porque al ser ingeridos protegen de manera amplia y eficaz la salud del consumidor previniendo el desarrollo de enfermedades.

Difícilmente entenderemos los efectos de los antioxidantes sin unas nociones básicas sobre el estrés oxidativo. En el metabolismo celular (en el que la glucosa reacciona con el oxígeno para producir energía en forma de adenosintrifosfato = ATP), se produce simultáneamente la liberación de una serie de compuestos reactivos de oxígeno, a los que llamamos radicales libres, cuyos efectos sobre los elementos celulares resultan nocivos. En un sujeto joven y sano, los radicales libres son rápidamente eliminados del interior celular por antioxidantes naturales, pero en enfermos o en ancianos esta eliminación es deficitaria, lo que conlleva la aparición de enfermedades crónicas, acelerando al mismo tiempo el envejecimiento del organismo.

En líneas generales, podríamos dividir los antioxidantes, en tres grandes grupos: polifenoles, carotenoides, y vitaminas de los grupos C y E.

Los polifenoles son los responsables de la mayor actividad antioxidante de las frutas y verduras. Además, muchos de ellos han mostrado actividad antinflamatoria, antibacteriana, antiagregante plaquetaria (para evitar trombosis y anemias), potenciando la acción del sistema inmunitario y facilitando la actividad de determinadas enzimas imprescindibles para la buena digestión. Son abundantes en frutas, verduras y hortalizas, cereales y legumbres, así como en algunas bebidas e infusiones como el té verde, el café, el vino tinto, el zumo de tomate o el gazpacho y el cacao.

Otro grupo de antioxidantes lo forman los carotenoides, son fáciles de identificar por el color amarillo anaranjado que confieren a los alimentos: zanahoria, naranja, melocotón, tomate, sandía…Y las vitaminas del grupo C (naranja, kiwi, limón, fresas, tomates, y brócoli) y E (aceite de oliva, maíz y girasol, nueces, almendras y zanahorias y espinacas crudas).

Estudios recientes han sugerido que la ingestión de compuestos fenólicos podría disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, y la mortalidad por infarto de miocardio. Los polifenoles parecen presentar un gran potencial reductor y antioxidante en el organismo al interactuar con los radicales libres y estabilizarlos, pudiendo conferir un efecto benéfico a medio-largo plazo en la prevención de enfermedades cardiovasculares. De hecho, los primeros estudios respaldan la hipótesis de que los compuestos fenólicos presentan efectos vasodilatadores, antihipertensivos, mejoran el perfil lipídico, atenúan la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), y reducen el proceso de inflamación endotelial.

– Mecanismos moleculares implicados en los posibles efectos de los compuestos fenólicos en la disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares. Revista Española de Nutrición Humana y Dietética Vol. 17 nº 3 (2013)

– Antioxidantes, ¿qué son y para qué sirven? Revista Salud y Corazón nº 126

– Antioxidantes y enfermedades cardiovasculares. Endocrinología y Nutrición, Elsevier Vol. 47 nº 7 (2000)

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